En 1991 un empresario metido a presidente Atlético de Madrid quiso
enladrillar con 5.000 viviendas la ciudad turística más internacional de
España. Tenía 20.000 millones de pesetas en pisos sin vender y la mejor
opción para hacer caja era aspirar a la Alcaldía. “Me hice alcalde para defender mi patrimonio”,
se defendía sin rubor. El Ayuntamiento de Marbella fue su objetivo:
logró 19 concejales de 25. Festejó su triunfó con el pasodoble “¡Que
viva España!”. Jesús Gil y Gil permaneció 11 años en el poder municipal. Aquella larga década se la podría denominar Gil Epoque, expresión acuñada por el escritor Alfredo Taján.
La era Malaya de Julián Muñoz, Marisol Yagüe e Isabel García Marcos y compañía queda fuera de este análisis de una etapa convulsa, siempre polémica y que cambió la faz de Marbella, la única urbe española, por ejemplo, con más de 100.000 habitantes que carece de conexión ferroviaria. Precisamente este fue uno de los proyectos más arriesgados y ambiciosos que intentó Gil: instalar un monorraíl con tecnología japonesa (como el Shinkansen nipón) que comunicara Marbella con Málaga.
El trazado jamás se llevó a cabo. Gil se excusó en que el resto de los
municipios donde tendría que discurrir el tren (Mijas, Fuengirola,
Benalmádena y Torremolinos) no estaban de acuerdo.
Gil ganó las elecciones en mayo. Y ya ese mismo verano de 1991, la Tele 5 Mamachicho de Lazarov le contrató para “Las noches de tal y tal”. Gil hacía gracia.
Verborrea fácil, descarado, directo, repleto de anécdotas. Rodeado de
11 chicas en bikini, el alcalde metido en el jacuzzi presentaba vídeos y
daba discursos en lo que promocionaba su gestión como alcalde y se
vanagloriaba de cómo la gente le mimaba durante la procesión de la
Virgen del Carmen. “Esa gente que te besa o abraza, ese es mi pueblo de mi verdad. Los 300 millones de pesetas de El Dioni a mí no me preocupan, sino los que defraudan”.
Gil
era un chollo para los medios de comunicación acríticos: ofrecía
titulares y hablaba sin parar. Un charlatán compulsivo. Un periodista
llegó a comentar a finales de los noventa: “Gracias a Gil hemos comido muchos periodistas. Cuando no esté Gil…”.
El problema es que muchos reporteros no tuvieron problemas en dejar de
criticar su gestión, a cambio de publicidad indiscriminada en sus medios
o directamente beneficiado con favores personales. Un periodista (José Carlos Villanueva, de El Mundo), quien denunció siempre las tropelías gilistas, sufrió agresiones en la calle por parte de los simpatizantes del gracioso alcalde.
Gil
era un chollo para los medios de comunicación acríticos: ofrecía
titulares y hablaba sin parar. Un charlatán compulsivo. Un periodista
llegó a comentar a finales de los noventa que muchos en el gremio habían
comido gracias a Gil.¿Cómo
llegó Jesús Gil a la Alcaldía? En un vídeo promocional de 1995
elaborado por el GIL (Grupo Independiente Liberal), un vecino de
Marbella con rostro similar al del actor Michael Caine afirma: “Este alcalde ha hecho más en 4 años que otros en 50”. Francisco Parra fue el último alcalde socialista de Marbella. Gil insistió en su campaña de 1991 que Marbella estaba sucia y que era un nido de “prostitutas y drogadictos”. En una entrevista con Jesús Quintero
admitió que había elaborado un convenio con “28 putas”. “Contraté sus
servicios en Semana Santa para que no salieran a la calle, el problema
es que luego quisieron más”.
El alcalde quería empezar con un
golpe de efecto fulminante: apenas un mes después de llegar a la
Alcaldía, derribó la casa de Parra. La vivienda estaba fuera de la
ordenación vial del eje principal de Marbella y sufría un expediente de
expropiación iniciado en 1983. “Gil se hizo con Marbella cuando la
ciudad vivía una grave crisis inmobiliaria: los jubilados británicos
huyeron en tropel a finales de los ochenta después de que se
hundiera la libra esterlina y, a la vez, les recortasen sus pensiones.
La huida provocó un desplome de los precios, algunos promotores se
arruinaron y quedaron en toda la costa un montón de edificios sin
acabar”, escribía Félix Bayón en su columna de El País Andalucía del 14 de abril de 2002.
Para
Bayón, la etapa de Parra no fue catastrófica, pero la ciudad sí estaba
“bastante descuidada”, aunque Marbella siguió creciendo a ritmo lento,
“sin abandonar la línea marcada por el pionero Ricardo Soriano: urbanizaciones dispersas, arboledas, muchos espacios libres…”. Demoliciones Gil
se cargó la marcha en los bares del Paseo Marítimo. Gil empezó a
limpiar las calles, a pintar de azul y blanco la mediana de la autovía,
la N-340, construyó un arco blanco a la entrada del municipio,
convertido en emblema musoliano del gilismo, igual que las estatuas rusas de Puerto Banús. También subió las tasas municipales de la basura, agua e IAE.
En
el mismo vídeo de mayo de 1995, Gil no estaba muy seguro de revalidar
la mayoría absoluta. Recuerda sus logros en la primera legislatura y
critica a los que no aceptan sus formas. “Marbella estaba abandonada.
Acepté el reto de transformar esta ciudad, con cuatro años más creo que
la dejo la mejor del mundo, de vosotros depende… Ahora, aquí
también hay muchos que exigen, pero dan poco, por lo menos que ayuden a
que el proyecto siga adelante. Ni uno solo ha dejado de beneficiarse, ni
uno solo. Las ideologías son el pretexto de los políticos fracasados
para justificar eso, el fracaso”.
Rafael de la Fuente,
mítico director del hotel del Villamagna de Madrid y de Los Monteros y
el Don Carlos de Marbella, señala que Gil era un “encantador de
serpientes”. “Era capaz de hipnotizar a una audiencia entera, sabía lo que la gente quería oír y cómo lo quería oír”, señala. “El mantra de la gente era este: ‘Todos los políticos roban’. Al menos este hace cosas”. “Ese fue el desastre”.
La Tinta de Verano que publico hoy en El Confidencial, en el día de mi 40 cumpleaños.
viernes, 17 de agosto de 2012
Marbella: Aquella ‘Gil Epoque’ (I)
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