Fascinado por las empanadas de Benita, el joven seminarista se encargaba de batir la crema para que quedara apetitosa. Un cocinillas amante de la comida casera, de los platos con cuchara. Así recuerda Benita Moreno, de 80 años, a su amigo Jorge Mario Bergoglio en la noche romana en la que su gran amigo se convierte en el argentino y jesuita Papa Francisco.
Benita y su esposo José, fallecido en 2012 con 87 años, conocieron al joven seminarista Jorge Mario Bergoglio al principio de la década de los sesenta, ocho años antes de que se ordenara sacerdote, en 1969. El hoy obispo de Roma impartía clases en el Colegio El Salvador, donde era profesor de los alumnos de Secundaria mientras estudiaba Teología. El Papa también era uno de los encargados de poner orden entre los quinceañeros internos en este colegio de la Compañía de Jesús. El matrimonio (José Bazzoni era italiano, de Milán, y había sido jesuita) estaba al frente de la cocina del centro y del cuidado del jardín del campo de deportes del recinto educativo situado en Ituzaingó, provincia de Buenos Aires.
“Era un santo varón, un ser angelical, para él es bello ser pobre”, recuerda Benita Moreno, entrevistada por El Confidencial tres horas y media después del Habemus Papam de la Plaza de San Pedro. Moreno está algo delicada del corazón y no paran de llamarle sus hijas (tiene ocho) y las amigas que sabían de su estrecha amistad con el arzobispo bonaerense, como expresa esta carta del 9 de noviembre de 2002, firmada por el hoy sumo pontífice:
Queridos y recordados amigos: Muchas gracias por la carta, las postales y la foto. Que el Señor les retribuya tanta bondad. Me dieron una gran alegría. Veo que el Señor les bendice. Y, por favor, les pido que recen y hagan rezar por mí pues lo necesito. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Con todo afecto, Jorge Mario Bergoglio
‘La Chula’, la vaca borracha
Al principio de la década de los setenta Benita, José y Jorge Bergoglio dejaron de verse a diario, pero jamás perdieron el contacto. Se escribían cartas como esta, se llamaban por teléfono. Habían vivido anécdotas que les gustaba recordar como las de aquella vaca a la que llamaban La Chula. Una noche un grupo de internos bebió más de la cuenta y rociaron de vino tinto el animal. Cuando por la mañana Benita y José empezaron a ordeñarla, la vaca había amanecido empapada en alcohol. “Padre, mire lo que han hecho los chicos”, informó la cocinera. “No pasa nada, lo que pasa es que la chula estaba un poco borracha”, replicó Jorge Mario. Y todos se rieron sin parar.
El sacerdote que viajaba en el colectivo (autobús) de Buenos Aires también estaba, como los buenos amigos, en los malos momentos. El 5 de marzo de 2012 Maryan Bazzoni, de 52 años, la hija de Benita, envió un correo electrónico a la Secretaría privada del Arzobispado de Buenos Aires para avisar del fallecimiento de su padre. Así contestó Bergoglio:
Maryan: Gracias por avisarme. Esta tarde ofreceré la Misa por tu papá. A tu mamá y a todos Ustedes les envío un cariñoso saludo y la seguridad de mi cercanía y oración. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa os cuide. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Afectuosamente, Jorge Mario Bergoglio s.j.
En esta misiva, como en el correo electrónico de condolencias por la muerte de su amigo José, el Papa Francisco expresa la necesidad de que recen por él. Lo mismo que dijo nada más salir al balcón de la Plaza de San Pedro. No hay duda de que es una de sus clarísimas señas de identidad.
Entre Argentina e Italia
La voz de Benita (dulce, delicada) parece la de una persona mucho más joven que la mujer de 80 años que se encuentra al otro lado del teléfono. También delata su origen italiano. Vivió una década en la capital federal argentina. También en La Rioja, al norte del país, donde ahora reside; y jamás ha dejado de viajar a Italia, sobre todo a Roma, donde se afincaron tres de sus hijas y vivió una larga temporada una de sus nietas, la periodista Verónica Rosselló, de 35 años, que lleva una década en Mallorca. “La última misa a la que asistí antes de venirme a España la ofició él en una iglesia del barrio de San Telmo de Buenos Aires. Acudí con una amiga colombiana. Me acuerdo que hablaba muy bien y era muy cercano”, recuerda Rosselló.
La última vez que la madre de Verónica vio a Bergoglio fue en 2010 cuando nombraron al nuevo obispo de La Rioja. El arzobispo bonaerense pernoctó en el hotel Emperador, un modesto alojamiento. Preguntó por sus amigos. En ese momento el matrimonio estaba en Italia, donde .viajaban constantemente. En 2006 también volvió a esta provincia argentina a la ceremonia del 30 aniversario de monseñor Enrique Angelelli, asesinado en 1976 por la Dictadura militar.
“Tiene un carácter bueno, sencillo y humilde. Cumple muy bien y con mucha fuerza sus obligaciones religiosas”, asegura Benita, que volverá en las próximas semanas a la capital italiana. A su edad aún le quedan ganas para cruzar el charco e intentar una audiencia con el nuevo Papa. Ella está dispuesta a volverle a preparar empanadas. La misión de batir la crema y que siga estando rica sería de Jorge Mario, el amigo convertido en sumo pontífice.
El enlace del reportaje publicado en El Confidencial.
Benita y su esposo José, fallecido en 2012 con 87 años, conocieron al joven seminarista Jorge Mario Bergoglio al principio de la década de los sesenta, ocho años antes de que se ordenara sacerdote, en 1969. El hoy obispo de Roma impartía clases en el Colegio El Salvador, donde era profesor de los alumnos de Secundaria mientras estudiaba Teología. El Papa también era uno de los encargados de poner orden entre los quinceañeros internos en este colegio de la Compañía de Jesús. El matrimonio (José Bazzoni era italiano, de Milán, y había sido jesuita) estaba al frente de la cocina del centro y del cuidado del jardín del campo de deportes del recinto educativo situado en Ituzaingó, provincia de Buenos Aires.
“Era un santo varón, un ser angelical, para él es bello ser pobre”, recuerda Benita Moreno, entrevistada por El Confidencial tres horas y media después del Habemus Papam de la Plaza de San Pedro. Moreno está algo delicada del corazón y no paran de llamarle sus hijas (tiene ocho) y las amigas que sabían de su estrecha amistad con el arzobispo bonaerense, como expresa esta carta del 9 de noviembre de 2002, firmada por el hoy sumo pontífice:
Queridos y recordados amigos: Muchas gracias por la carta, las postales y la foto. Que el Señor les retribuya tanta bondad. Me dieron una gran alegría. Veo que el Señor les bendice. Y, por favor, les pido que recen y hagan rezar por mí pues lo necesito. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Con todo afecto, Jorge Mario Bergoglio
‘La Chula’, la vaca borracha
Al principio de la década de los setenta Benita, José y Jorge Bergoglio dejaron de verse a diario, pero jamás perdieron el contacto. Se escribían cartas como esta, se llamaban por teléfono. Habían vivido anécdotas que les gustaba recordar como las de aquella vaca a la que llamaban La Chula. Una noche un grupo de internos bebió más de la cuenta y rociaron de vino tinto el animal. Cuando por la mañana Benita y José empezaron a ordeñarla, la vaca había amanecido empapada en alcohol. “Padre, mire lo que han hecho los chicos”, informó la cocinera. “No pasa nada, lo que pasa es que la chula estaba un poco borracha”, replicó Jorge Mario. Y todos se rieron sin parar.
El sacerdote que viajaba en el colectivo (autobús) de Buenos Aires también estaba, como los buenos amigos, en los malos momentos. El 5 de marzo de 2012 Maryan Bazzoni, de 52 años, la hija de Benita, envió un correo electrónico a la Secretaría privada del Arzobispado de Buenos Aires para avisar del fallecimiento de su padre. Así contestó Bergoglio:
Maryan: Gracias por avisarme. Esta tarde ofreceré la Misa por tu papá. A tu mamá y a todos Ustedes les envío un cariñoso saludo y la seguridad de mi cercanía y oración. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa os cuide. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Afectuosamente, Jorge Mario Bergoglio s.j.
En esta misiva, como en el correo electrónico de condolencias por la muerte de su amigo José, el Papa Francisco expresa la necesidad de que recen por él. Lo mismo que dijo nada más salir al balcón de la Plaza de San Pedro. No hay duda de que es una de sus clarísimas señas de identidad.
Entre Argentina e Italia
La voz de Benita (dulce, delicada) parece la de una persona mucho más joven que la mujer de 80 años que se encuentra al otro lado del teléfono. También delata su origen italiano. Vivió una década en la capital federal argentina. También en La Rioja, al norte del país, donde ahora reside; y jamás ha dejado de viajar a Italia, sobre todo a Roma, donde se afincaron tres de sus hijas y vivió una larga temporada una de sus nietas, la periodista Verónica Rosselló, de 35 años, que lleva una década en Mallorca. “La última misa a la que asistí antes de venirme a España la ofició él en una iglesia del barrio de San Telmo de Buenos Aires. Acudí con una amiga colombiana. Me acuerdo que hablaba muy bien y era muy cercano”, recuerda Rosselló.
La última vez que la madre de Verónica vio a Bergoglio fue en 2010 cuando nombraron al nuevo obispo de La Rioja. El arzobispo bonaerense pernoctó en el hotel Emperador, un modesto alojamiento. Preguntó por sus amigos. En ese momento el matrimonio estaba en Italia, donde .viajaban constantemente. En 2006 también volvió a esta provincia argentina a la ceremonia del 30 aniversario de monseñor Enrique Angelelli, asesinado en 1976 por la Dictadura militar.
“Tiene un carácter bueno, sencillo y humilde. Cumple muy bien y con mucha fuerza sus obligaciones religiosas”, asegura Benita, que volverá en las próximas semanas a la capital italiana. A su edad aún le quedan ganas para cruzar el charco e intentar una audiencia con el nuevo Papa. Ella está dispuesta a volverle a preparar empanadas. La misión de batir la crema y que siga estando rica sería de Jorge Mario, el amigo convertido en sumo pontífice.
El enlace del reportaje publicado en El Confidencial.
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