Figurar como uno de los mejores directores de orquesta del planeta (¿el
Von Karajan contemporáneo?) no supone garantía de futuro, aunque hayas nacido en Argentina, te llames
Daniel Barenboim y seas judío como
Woody Allen. Mucho menos si en medio habita un rifirrafe político repleto de intensas ráfagas dialécticas. Para el PSOE andaluz y la Junta de Andalucía, Barenboim es un genio absoluto que les sale barato. El PP-A del futuro
manostijeras presidente andaluz
Javier Arenas le jubilará si en marzo de 2012 conquista el Palacio de San Telmo.
El sábado, tras echarse una larga siesta en el Parador de Ronda, junto al Tajo de la ciudad malagueña que enamoró al poeta Rilke y Orson Welles, preparó la batuta y se vistió de etiqueta rumbo a la Plaza de Toros rondeña, la más antigua de España. Se trataba del concierto inaugural de su Orquesta West-Eastern Divan. Antes de dirigir la pieza degustó un zumo de naranja natural.
Este es el arranque de la Tinta de Verano que escribo hoy en El Confidencial. Aquí la Tinta completa.
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