Imagen de archivo de Judith Torrea
El infierno despierta a las seis de la mañana con el cielo más bello posible. Avanzan las horas y el azul intenso se va tiñendo de rojo, de horror. Los muertos. Entre 6 y 27 diarios. Es Ciudad Juárez, la urbe más peligrosa del planeta, el escenario de trabajo de
Judith Torrea (Ilarregui, Navarra, 1973
) desde hace 14 años.
Medir 1,82 centímetros y ser la única periodista extranjera no ayuda para cubrir crímenes, seguir el rastro de los fallecidos y familiares y denunciar la ruta del narcotráfico. Poco le importa. Tras ganar el Premio Ortega y Gasset y el BOB-Reporteros Sin Fronteras, el Óscar de los blogs, esta bloguera sigue contando las historias desde su querido Juaritos en su primer libro, Juárez en la sombra (editorial Aguilar), idéntico nombre de su galardonada bitácora.
En la obra, subtitulada Crónicas de una ciudad que se resiste a morir, busca “el porqué de las personas y las cosas”. La narración mantiene un ritmo de balacera y precisa contando cómo le atrapó la “alegría por vivir de los juarenses, que disfrutan la vida como un instante fantástico que se puede acabar en cualquier momento”. Aunque este modo de vivir (¿sobrevivir?) sufre de grandes riesgos y sacrificios. No practica la natación (“antes nadaba todos los días”) y no camina por la calle, “ni para ir a comer tortillas frente a mi casa”.
“Soy muy localizable. La gente me conoce. Las autoridades, también. Lo que intento es no tomar riesgos en mi vida personal. Cuando termino de trabajar nunca voy por la noche a cenar porque los pocos restaurantes que quedan abiertos están vacíos y son muy peligrosos”, narra la periodista a El Confidencial tras degustar coquinas y fritura de pescado en la calle Comisario de Málaga.
Judith Torrea recala en la ciudad andaluza para asistir al simposio para las tecnologías para la acción social que organiza la Fundación Cibervoluntarios. Sorprende por lo que cuenta y cómo lo cuenta. Jamás con suficiencia. Siempre con pasión. Su silueteada boca grande y labios rojos conceden espacio para sonrisas y carcajadas. También compromiso por un territorio y compasión por los débiles, por los más necesitados, como heredera contemporánea de uno de sus grandes referentes en la profesión: Kapuscinski. “No lo conocí por muy poco”, se lamenta.
Hubo tiempo en el que la reportera jubiló su etapa mexicana. Ya había escrito reportajes de la frontera, de Ciudad Juárez y El Paso (Texas), entrevistó a presos en el corredor de la muerte. Tras nueve años de una dura y decisiva experiencia vital se instaló en Manhattan. Trabajaría para Bloomberg y luego para la revista People. Conocía a celebrities, su redacción estaba en el Rockefeller Center, pero mantenía el contacto con Ciudad Juárez, a donde viajaba cada dos meses.
Cocaína en Manhattan
El choque cultural resultaba tremendo cada vez que regresaba a Nueva York. Y le empezaba a hartar la hipocresía del primer mundo. Su mundo, su universo, su misión como reportera, habían emigrado lejos de la Gran Manzana. “En esas fiestas que cubría se consumía muchísima cocaína y empecé a ver sangre y cadáveres. Me pregunté: ¿cuántos muertos de Ciudad Juárez se necesitan para que una persona consuma un gramo de cocaína en Nueva York?”.
En Manhattan frecuentaba cuatro veces a la semana el Metropolitan. Cumplía con su segunda gran pasión: la ópera. ¿La primera? No lo duda. “¡El periodismo!”. “Yo quería haber sido soprano, pero descubrí la música clásica muy tarde”, aclara. Como abuelita se ve yendo a la ópera y recordando la primera obra que disfrutó en el teatro Gayarre de Pamplona: La flauta mágica de Mozart.
Torrea arroja datos y testimonios en su twtiter: “Camina por el campus, y los estudiantes le abrazan, las madres con sus hijos en ataúdes. [Javier] Sicilia es su líder moral, sin su hijo: asesinado”. En el teatro Echegaray de Málaga la periodista está sentada en un sofá blanco que preside el escenario de la sala. Un centenar de personas escucha con atención su análisis.
¿En qué momento se había jodido Ciudad Juárez?
A la periodista se le podría hacer la misma pregunta que lanza Zavalita sobre el Perú en la cuarta línea de Conversación en la Catedral de Mario Vargas Llosa. ¿En qué momento se había jodido Ciudad Juárez? Juaritos fue la precursora de Las Vegas. Allí recalaron Marilyn Monroe, John Wayne… Había grandes teatros y conciertos… En la década de los sesenta creció mucho por la llegada de las fábricas maquiladoras. Entró en el capital extranjero y llegaron muchos inmigrantes del sur que ganaban 500 pesos a la quincena (al cambio, 35 euros).
Las autoridades mexicanas no se preocuparon ni de salarios dignos, ni de crear escuelas. No hay rastro de enseñanza Secundaria. Acaban de estudiar a los 12 años y luego nada. No hay parques, el 60% de las calles es arena del desierto. Los trabajadores de las maquiladoras, que retrata el novelista Roberto Bolaño en 2066 (“Aire de la maquila, el aire laboral del norte de México”), viven en casas sin electricidad ni agua potable.
Este es el caldo de cultivo que convierte a Ciudad Juárez, de 1,3 millones de habitantes, en el paso principal de las drogas de Colombia, el primer consumidor de heroína de Latinoamérica y ser famosa por su feminicidios. Los impuestos de importación son un 200% más elevados que en otros lugares de México. Tampoco existe el transporte público y no se te ocurra ponerte enfermo: no hay médicos, sólo un cardiólogo. Más cifras: han cerrado 10.000 negocios, según la Cámara Nacional de Comercio y 116.000 casas están abandonadas.
La ‘paz ficticia’ del Gobierno Calderón
¿Y cuál el trabajo del Gobierno de Felipe Calderón? Durante la llamada guerra contra el narcotráfico, han muerto más de 9.000 personas y unos 10.000 niños se han quedado huérfanos. “Ciudad Juárez es una ciudad fantasma controlada por la Policía Federal. Hay muchos retenes y pueden amenazarte diciendo que te van a plantar droga… Pueden hacer lo que quieran, no ya por mi trabajo de periodista, sino por ser ciudadana. Los únicos que están a salvo son los muertos”.
En los cementerios la periodista observa los fines de semana a niños jugando entre las tumbas. Los grandes grupos de música norteña que antes interpretaban sus composiciones en los grandes restaurantes y antes cantaban a la vida ahora lo hacen a la muerte. “Cantan a los que están buscando trabajo en el cementerio, que es donde hay gente y lo hacen con todo su repertorio”, detalla Torrea.
Como la cifra oficial de crímenes está bajando parece como si el problema se hubiera solucionado. Justo al revés. ”No se está solucionando nada, es una paz ficticia”, critica. Y recuerda que Calderón alertó en 2007 que la cifra de 307 muertos en Ciudad Juárez era demasiado alta. En 2010 fueron 3.300. Este año ya hay 1.000 fallecidos.
¿Existe alguna solución? Para la bloguera primero hay que actuar contra el lavado de dinero que financian las organizaciones internacionales y contra la corrupción de las fuerzas de seguridad. “A mí me da igual que gane el cartel de Sinaloa o Ciudad Juárez. No se trata de una guerra contra el narco, sino por el control de la droga. Y el narco ahora ofrece el trabajo que las autoridades no han sabido o querido crear en un país tan rico como México. Tengo ganas de ver una serie de televisión de banqueros y políticos corruptos”, cuenta al auditorio del Echegaray. El público asiente cómplice.
Formadora de blogueros
Seguidora de la periodista mexicana Anabel Hernández, autora de Los señores del narco, la ex reportera de TVE Carmen Sarmiento y la bloguera cubana Yoani Sánchez, Torrea, que no descarta en un futuro escribir guiones de cine, habla con admiración de Iñaki Gabilondo. “Yo me crié escuchándolo. No me lo podía creer cuando me entrevistó para su programa de Canal Plus [se emitirá este mes] o presentó mi libro. No hace falta que hables de la guerra. Puedes contar muy buenas historias de la gente normal, cotidiana, de la vida”,
La escritora no muestra mucho orgullo por la prensa española. “Cada vez se está olvidando más el periodismo, hay que intentar mostrar la realidad con los mayores puntos de vista y no con los intereses tan marcados de los diferentes medios. Se desvía la atención”. En su opinión, no tiene que mandar el discurso político de ETA, sino preguntarse “por qué hay tanta gente preparada en paro”
Lo que más le ilusiona en estos momentos, en lo que está más volcada ahora, es enseñando la ética de profesión para que escriban blogs con sus experiencias. “Estoy formando a ciudadanos de todas las edades. Ninguno ha ido a la Universidad. Quiero lanzar una plataforma digital donde cada uno tenga un blog y orientarles en los temas”.
Ahora toca volver. “
Tomo mis preocupaciones, aunque sé que si te quieren matar te matarán y no pasará nada”. Torrea se marcha de calle Comisario. Se apaga la grabadora Olympus y remata con esperanza: “Espero que la situación en Ciudad Juárez vaya a mejor”. Habrá más muertos, pero la vida aún sonríe en
Juaritos. La reportera Judith se despide alegre.
Publicado en El Confidencial el 3 de julio de 2011.