Fin de semana en el
hotel Meliá de Mar de Mallorca. Adjunto la vista que capturé el viernes, a las 20.22 horas, desde la habitación 607, con mi Nikon D70. El hotel -del que escribiré una pieza para
Yo Dona, la revista de EL MUNDO- ha tenido un profundo lavo de cara. Lo comprobamos veintitantos periodistas de toda España: Gijón, Alicante, Barcelona, Bilbao, Sevilla, Madrid, Málaga... Volví a encontrarme con
Alberto Gozalo, de la
revista Muchoviaje, gran tipo y excelente fotógrafo (ahora, el muy perro, tiene una super Nikon D200). También escribe muy bien, conoce los bares de Málaga, y tiene vídeos en su móvil de un safari en Kenia.
Conocí a
Maurilio de Miguel, periodista especializado en viajes y música y novelista, que contó un Testigo Directo en Palestina y otro de una
bomba en la ruta del París-Dakar. Mientras Andreas, el periodista freelance alemán que vive en la calle Salitre de Lavapiés, y colabora para el
Bild y
Die Welt, se reía a carcajadas con las ocurrencias del mítico
Lorenzo Marina, vecino del hotel y mi mejor amigo en la Isla. Andreas y Lorenzo se fueron luego a tomarse una parrillada a la Casa Franco (nada que ver con el dictador). Nos vimos más tarde en el Paseo Marítimo (el Marítimo, a secas, como le dicen en Palma) y acabamos en el Costa Club, antiguo
farandulón.
Antes compartí conversación con la amiga
María José García, mi sucesora en EL MUNDO/El Día de Baleares, que me enseñó la página que
iba a publicar hoy;
Guillermo de Oleza, del
Qué!, muy cariñoso con su novia -ibicenca- que conoció en Londres; la malagueña
Paula Rodiles, de
Preferente, compañera de la Facultad, y ya muy adaptada a la Isla;
Gabi Torrens, de la
Cope, y
Mario Morales, de
Diario de Mallorca, e histórico periodista turístico de Mallorca. También hablé con mi tocayo
Agustí Valls, capitán de Tecnohotel, revista especializada de
Editur, la publicación en la que colaboro desde hace dos meses.
Por la noche vimos la
Chikiliquatrada ésa del tipo del tupé y las gafas sin cristal. Hoy por la mañana Maurilio se lamentaba de un tiburón que se le había escapado. No acerté a saber de qué hablaba. Y, sacando la tarjeta de embarque en el
aeropuerto de Son Sant Joan, dijo que pensaba incorporarlo a una novela. Tomó un vuelo rumbo a Murcia.
Me gusta compartir viajes con periodistas. Hay comunicación, ganas de hablar, de contar historias, difundir nuestros proyectos personales y profesionales y mucha energía para debatir el futuro del periodismo, de la vida. Mi puerta de embarque del vuelo de
Air Berlin era la D94. Era el fin de este apetecible y divertido viaje de menos de 48 horas que organizaron
María Ruiz, Laura del Amo y Pepa Olmedo.