viernes, 14 de noviembre de 2008

Carlos Pérez Siquier y Juan Bonilla

Marbella, los setenta. Foto: Carlos Pérez Siquier
Carlos Pérez Siquier y Juan Bonilla charlan una hora. Bonilla, fascinado por la fotografía, conoció el trabajo del artista, caballera plateada, verbo fácil, en una exposición en el Palacio del Obispo de Málaga titulada El color del sur. Se reencuentran en el Centro Cultural de la Diputación de la calle Ollerías. Vidas cruzadas, vidas encontradas. La imagen dialoga con la palabra, glosa hoy Marina Martínez en Sur.

Pérez Siquier, Premio Nacional de Fotografía 2003, resalta que los jóvenes quieren rápidamente triunfar sin trabajar. Y pone su ejemplo: "A mí no me llegó el éxito hasta hace 10 años". Más: "Con la foto, tan democrática, todos se creen artistas".

Bonilla da en el clavo: "Ahora se le da mucho prestigio a la mirada del artista. ¿Cuántas veces sólo la firma sustenta el valor de algo?". El escritor continúa aportando ideas: "Dos páginas explicando una foto es la derrota de la imagen".

La conversación fue entretenida y didáctica. Aún así, lo mejor fue la proyección de medio centenar de fotografías de Pérez Siquier. Las primeras, en blanco y negro, de su trabajo en La Chanca, el humildísimo barrio de Almería. Rostros impagables, la vida cotidiana retratada a lo Cartier-Bresson, mi fotógrafo favorito junto a Robert Capa. Pérez Siquier apretando el gatillo de su cámara en el momento exacto, él de una cultura muy intuitiva, autodidacta.

Terminada la charla, Carlos Font, editor de la exquisita revista cultural Zut, también capitaneada por Bonilla, charla con el fotógrafo, que ahora viaja con una Olimpus OM-2, aunque también ha trabajado con Nikon y cámaras de medio formato, de 6 x 6, como la que reproduzco arriba de este texto, una extranjera que toma el sol, maquilladísima, en el hotel Los Monteros de Marbella, donde tocaba el piano Jaime de Mora y Aragón, esa época que Bonilla bien retrató en La Costa del Sol en la era pop.

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