“Envío en cinco minutos”
Agustín Rivera
El Mundo-El Día de Baleares; 9-4-2003
- ¿Ha llegado Anguita?
A Anguita se le esperaba, pero no aparecía.
- Julio, ¿no has enviado todavía?
- Perdona, en cinco minutos lo tienes ahí.
Diez minutos después, no había ni rastro de su texto en el correo electrónico. Sólo faltaba la columna de Wall Street para cerrar Nueva Economía.
Esos textos para el salmón, para qué negarlo, no llegaban temprano. Pero, como todos los que escribió durante una década en este papel de la esfera verde, jamás sufrieron la enfermedad de la falta de estilo. Todo lo contrario. Julio A. Parrado, Julio Anguita, Julio, neoyorquino de Córdoba, no entregaba el texto hasta que no se sentía satisfecho de lo escrito.
No era un corresponsal que se limitara a la vorágine diaria. Su trabajo era escribir grandes historias, captar imágenes poderosas e inmiscuirse en el bullicio babilónico de Manhattan, publicar para Economía, Crónica, Cultura o Internacional. Nunca pensó en ser reportero bélico. “No soy corresponsal de guerra”, respondió a una pregunta de un lector con las cenizas aún calientes de las Torres Gemelas.
Apenas año y medio después te protegías con casco, un chaleco antibalas, y con bolígrafo, papel y ordenador portátil para ver, olfatear, oír y contar.
Ahora, que Margarita me avisa que no contestas al móvil, me fastidia que ya no pueda llamarte a la extensión 730 para hablar más del Japón que siempre quisiste visitar, que dejes de contaminarme de tu fascinación por la vida en Nueva York, y sentiré que todavía no hayamos coincidido en Málaga o Córdoba para saborear las tapas que tanto añorabas.
Esperaré tu crónica, aunque sea tarde, pero, por favor, no dejes de cuidar el texto. Aquí, si es preciso, retrasamos el cierre. Y rezaré para que se cumpla la frase bendita de aquellos viernes de color salmón:
- ¡Hombre, por fin ha llegado Anguita!
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