Hoy han ajusticiado con la pena de muerte al asesino de Julio Fuentes. Una canallada.
Julio seguro que también estaría de acuerdo. No hay que matar a los que matan.
Conocí a Fuentes en la redacción de EL MUNDO en Madrid, en Pradillo. Un día comí con él. Los dos solos. Me hablaba de Moscú, de banderas rusas y de himnos. No era nada nacionalista. Tan sólo le gustaba esa estética. En realidad era un soldado del Periodismo. Así en Mayúsculas. Periodista.
El 11-S le cambió la vida: Afganistán se la quitó.
Ahora será momento de recordar al reportero que llegaba con mochila a la redacción en busca siempre de otra guerra, la adicción de Julio, el gran Fuentes.
lunes, 8 de octubre de 2007
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4 comentarios:
A quien se dedica a la palabrería siempre le atrajeron los corresponsales, integrantes de una raza de apasionados informadores para los que primó más la información y la palabra que sus carnes morenas. Los imagino tostados al sol del desierto arábigo o en las trincheras balcánicas del Neretva, haciendo la literatura de viajes más apasionada: la de las guerras. Hemingway, según cuenta en su mitología vital, iba al campo de batalla, veía un fusil que lo inspiraba y en el hotel Florida del Callao madrileño llenaba su página de vivencias falsas en una guerra que nunca vio sobrio.
Los corresponsales son una especie condenada a extinguirse por la querencia ultimísima de la información, que tiende a que cada uno diga sus boberías en la Red bajo el beneplácito del pensamiento único. Para alejarme de estas perversidades periodísticas, esta semana almorcé con el digno heredero y sobrino de Remesal, maestro de corresponsales de TVE en Tierra Santa, quien me mostró con rigor periodístico las fotografías de su último viaje a Palestina. Las diapositivas las proyectaba con la indignación de quien vivió, durante una semana, la realidad de los campos palestinos como una afrenta personal a la humanidad y al sentido común.
Hablábamos de territorios ocupados, de la estrategia de Tel-Aviv de cercar al Estado Palestino hasta que la mecha de la guerra civil prendiera los pedregales, y convenimos en que Israel fía demasiado largo el Holocausto y lo rememora, en la sangrienta línea paradójica de la historia, paseando sus blindados con la doctrina de las `muertes selectivas´.
Agustín, maestro, necesito que nos veamos y me enseñes ese PERIODISMO con mayúsculas el que formas parte y que, aún hoy, desconozco. Alabanza de Corte, menosprecio de provincia.UN ABRAZOO
también es una afrenta para el sentido común que siga "viva" la pena de "muerte"..
Jesús espero que tu "maestro" se muestre lo suficientemente comunicativo contigo para darte lecciones, para algunas amistades vive en el más profundo ostracismo
disculpas de antemano por esta reflexión tan personal..
saludos
Ana
Jesús, hay un par de libros muy jugosos sobre los corresponsales y enviados especiales. Aquí va una recomendación: este verano he leído "La tribu", de Manuel Leguineche, una novela, con un estilo periodístico, sobre Guinea Ecuatorial. Ambientada en 1980. Muy recomendable para saber cómo trabajaban los enviados especiales de hace un cuarto de siglo.
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