AGUSTÍN RIVERA
EL MUNDO/El Día de Baleares; 24-10-2007
Lunes 22. Al Gore sale a las 16.47 horas del hotel Gran Meliá Victoria rumbo al Auditorium. Le acompañan un secretario y dos guardaespaldas.
Un chófer conduce el Mercedes gris metalizado que le esperaba en la puerta principal del hotel desde las 16 horas. Y un mozo le lleva su maleta (negra, sin ruedas, nada típica de ejecutivos) y un elegante portatrajes.
Se aloja en una suite amplia, de las mejores, en una planta alta, con vistas a las Bahía de Palma. Al Gore llegó por la mañana al hotel y prácticamente no salió de su habitación. Almorzó un menú con productos muy naturales. No tomó ni ensaimada ni sobrada. Tampoco ningún vino mallorquín.
Para mantener el secreto de su alojamiento en el establecimiento turístico, la reserva (realizada hace varias semanas) no estaba con su nombre sino con un apellido anglosajón. Él no puso ninguna pega para alojarse en el Gran Meliá Victoria. Sólo puso una condición: que fuera de «incógnito total». Su jefe en la Casa Blanca durante ocho años, Bill Clinton, nunca se hospedó en el emblemático hotel del Paseo Marítimo, pero lo frecuentó en las visitas que hizo a Palma.
Mientras, el libro de Al Gore Una verdad incómoda, de 325 páginas, se vendía en el interior del Auditorium. ¿Precio? 28 euros. Carmen Madrid, de Palma Distribució, proclamaba: «Es muy pedagógico e interesante». Rajoy no lo compró.
miércoles, 24 de octubre de 2007
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2 comentarios:
Me ha gustado lo de "una verdad incomoda", me alegra comprobar que sigues siendo un crack de las "crónicas de color".
Un abrazo,
PD: Una pista, Eduardo Inda no soy
Gracias, anónimo.
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